En superficie, la situación no está muy definida, con un débil anticiclón atlántico y una baja térmica ibérica poco marcada, como extensión de la baja africana. Esta baja ibérica junto con las altas presiones relativas sobre Europa provoca un débil flujo mediterráneo sobre la costa catalana, húmedo y (en otoño/invierno) relativamente cálido, focalizando aquí las precipitaciones.
En 500 hPa, una vaguada, que es casi una depresión cerrada, se sitúa en el eje peninsular. En estas condiciones, es frecuente la presencia de embolsamientos de aire frío en la troposfera media, que contribuyen a la creación de perfiles verticales inestables en la zona de advección superficial cálida y húmeda.
El forzamiento dinámico
tiene su máximo sobre el Mediterráneo Occidental y un carácter
muy débil en el Nordeste Ibérico, que, al menos, no se opone
a los as censos. El resultado son precipitaciones convectivas en la cuenca
baja del Ebro, más intensas en otoño, cuando la advección
superficial es relativamente más cá-
lida.
Presenta un máximo primaveral, y una distribución homogénea el resto del año.