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En la ecuación omega de diagnóstico cuasigeostrófico de la velocidad vertical del aire (Holton, 1990), se determina esta última, en función de dos términos: advección diferencial de vorticidad y advección de temperatura. Nos ceñiremos a la discusión del término de vorticidad. Se entiende por advección diferencial de vorticidad, la diferencia entre la advección de vorticidad en 500 hPa y en superficie. Si este término es positivo, tiende a favorecer los ascensos de aire, y si es negativo, los descensos. Conviene hacer notar que normalmente es el signo de la advección en la troposfera media el que determina el signo de la advección diferencial. En efecto, los vientos en superficie presentan casi siempre velocidades mucho menores que en 500 hPa, por lo que las advecciones que ocasionan resultan despreciables frente a las de los vientos de atmósfera libre. Es por ello que en lo sucesivo sólo se atenderá al campo de 500 hPa para determinar este forzamiento dinámico, que será positivo (ascensos, precipitaciones) a la salida de las vaguadas, y negativo (subsidencias, no precipitaciones) a la salida de las dorsales. En las situaciones frontales,
es generalizada la presencia de vaguadas en altura al oeste de la baja
superficial, coherentemente con el modelo cuasigeostrófico para
ondas en desarrollo (Holton, 1990). Esto produce un forzamiento dinámico
cuasigeostrófico sobre la zona frontal, que favorece los ascensos,
y por
FORZAMIENTO TERMICO En épocas de fuerte
insolación, el calentamiento diferencial de la superficie terrestre
puede provocar ascensos incipientes de masas superficiales de aire. La
evolución posterior de esas masas, en condiciones
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