El cielo estrellado

Abstract

El firmamento fue el primer libro ilustrado de la Humanidad. Los poblados primitivos de todo el mundo pasaban las horas de la noche mirando a las estrellas y cómo cambiaban lentamente de posición ante sus ojos. Las estrellas les sugirieron vagas siluetas de animales, objetos, héroes y dioses con los cuales estaban familiarizados. En raras ocasiones el asterismo de una constelación se parece al supuesto prototipo terrestre de un modo tan claro que se pueda identificar de manera inmediata e indiscutible. Orión, que es la excepción principal, sugiere efectivamente la figura de un gigante. Pero el Gran Carro, aunque sea una notable réplica, es un asterismo moderno que forma parte de la Osa Mayor, la cual parece más un ratón de larga cola que un oso. Asomarse al cielo nocturno plagado de estrellas es como abrir una ventana al Universo, todo repleto de objetos maravillosos de los que nos llega su luz después de viajar decenas, centenares o miles de años por el espacio y en el tiempo. Estamos viendo la luz de objetos que la emitieron en la Edad Media o durante el Imperio Romano, e incluso mucho antes, cuando la Humanidad vivía en las cavernas o cuando no existíamos como especie y los dinosaurios eran los dominantes en nuestro planeta azul. Para las personas que no conocen las constelaciones, el abrumador espectáculo del firmamento estrellado puede resultar intimidante, solamente ven puntos luminosos de diferentes brillos que no les sugieren nada, quizá cierto agobio. Sin embargo, para las personas que conocen las constelaciones, ese panorama se transforma en algo familiar, tranquilizador y emocionante, que aporta paz, serenidad y bienestar, además de una cantidad enorme de objetos celestes.